domingo, 26 de julio de 2009

El poder del empeño


Diez dias de huelga de hambre (o como dice el caricaturista Fo: "No era huelga de hambre, era sed de justicia"), logro que la justicia se moviera en nuestro pais... hay que reproducirlo en otros actos: Esta es la noticia:


Norma Cruz, directora de la Fundación Sobrevivientes, compartió con Prensa Libre su experiencia durante los 10 días que duró su ayuno en la Plaza de los Derechos Humanos, frente a la Corte Suprema de Justicia. Esa acción pretendía recuperar a tres niñas adoptadas con documentos falsos.


Acompañada por algunas de las madres afectadas y una ciudadana estadounidense, Cruz recibió muestras de solidaridad de embajadores y organizaciones nacionales de diverso tipo.

¿Cómo vivió la huelga de hambre esta vez?

Con mayor preparación. La primera vez fue muy improvisada, esta vez nos preparamos un mes antes. Fueron 10 días hermosos en los que tuvimos la fortaleza física, rodeadas del cariño de muchas personas que se solidarizaron con nosotras. El domingo, antes de comenzar, dudaba de obtener algún resultado.

¿Qué la hizo decidirse?

Vimos que avanzaban los procesos penales, pero con eso no recuperaríamos a las niñas. La angustia que teníamos era que se quedara en el olvido la devolución de las pequeñas; esa fue nuestra motivación.

¿Cómo afectó su salud?

La noche del primer martes tuve una crisis de ansiedad. No estaba segura de aguantar, pero gracias a Dios resistí.

¿Cuál fue el objetivo de su acción?

Lograr la nulidad de las tres adopciones. Ahora están encaminadas, lo que se convierte en un precedente para los casos futuros. Ya no hay marcha atrás. Los jueces actuaron por voluntad propia, y sienten la responsabilidad de aplicar una justicia pronta y cumplida. Aunque la Corte Suprema de Justicia no hizo nada, logramos mover a los operadores de justicia.

¿A qué precedente se refiere?

A introducir el asunto de la trata de personas en Guatemala, que la sociedad se despertara frente al problema y que los jueces se animaran a afrontar esos delitos.

¿Se tienen que tomar medidas tan drásticas para obtener justicia?

Espero que no. Ojalá que estas luchas mermen la apatía e indiferencia que hay en el sistema de justicia, para que las nuevas generaciones y los casos futuros no tengan que pasar por esta dinámica.

Cuando en la Fundación Sobrevivientes tomamos casos como el de estas tres niñas, lo hicimos como una lucha por todos los casos similares.

¿Qué resultados ha obtenido con las acciones de su fundación?

Además de las sentencias en casos de violación y asesinatos, hemos logrado que el Ministerio Público, al cual hemos señalado de ineficiente, demostrara que es capaz de hacer bien su trabajo. Los fiscales se sienten satisfechos al restituir los derechos a una víctima.

Hemos logrado que la Policía, con todo lo que se dice de ella, investigue, ubique y aprehenda a los delincuentes. Pero lo más importante es que les demostramos a las víctimas que es posible alcanzar la justicia. Cuando la Fundación inicia una lucha, no sale con las manos vacías.

¿Quiénes son las madres afectadas?

Mujeres sencillas, con la valentía de enfrentar a esas mafias, a pesar de las intimidaciones, amenazas y de que dudaron de sus testimonios.

¿Cómo se sienten las madres con las resoluciones recientes?

Están llenas de esperanza; esto les devuelve la confianza en el sistema de justicia.

¿Qué seguimiento se hará con las madres que esperan a sus hijas?

De momento, sustento psicológico. Aunque estamos seguras de la identidad de las niñas, existe un margen en el que el ADN puede ser negativo.

Además, es indignante que después de que el propio sistema les quitó a sus hijas y se las entregó a delincuentes, ellas deban probar que tienen la capacidad de sostenerlas. Deben pasar varias pruebas.

¿Cómo sería el proceso de reinserción?

El primer año es para recuperar a las niñas. Luego, otro año en la reconstrucción de la relación. Se hacen visitas constantes, para identificar necesidades en los hogares, y se buscan mecanismos para garantizarle a las madres un ingreso estable que les permita sostener a sus hijas.

¿Qué siente al escuchar una sentencia condenatoria?

Una gran emoción. Casi siempre lloro, porque soy llorona por naturaleza, pero ahora lo hice porque no defraudé a las víctimas que confiaron en nosotras, ni a la sociedad guatemalteca, pues en parte funcionamos con los impuestos de los contribuyentes. Asimismo, no me defraudé a mí, porque di mi mejor esfuerzo.

¿Cuál es su mensaje a quienes no denuncian?

Que lo hagan. Tenemos que superar el miedo. Muchas veces las amenazas nos paralizan por el temor a que le suceda algo a un familiar, pero si nos estancamos, ganan los malos, y no lo podemos permitir. Tenemos que hacer de Guatemala un país en el que podamos vivir con paz y seguridad.

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